Tres días de ir y venir por el pantano, de
recorrer una y otra vez los mismos sitos en los que otrora obteníamos muchas y
buenas capturas, pero este año nada. Algún que otro pequeño lucio sacado con
mucho esfuerzo y poco más. Será porque este año la sequía es evidente o porque
hemos venido unas semanas antes de lo habitual o por cualquier otra cosas. Sea
lo que sea, ese año no hay forma de pillar otra cosa que no sean algas o maleza
del fondo del agua.
Después de comer y tras discutir donde tratar
de mejorar nuestra suerte, decidimos probar en un sitio nuevo. Uno que, nos
dijeron que solía dar muy buenos resultados y al que nunca hasta entonces
habíamos ido. Una zona cercana, próxima a la casa rural donde nos alojamos. Al
lado de una potabilizadora de agua. Un sitio de apariencia excepcional, con
colas buenas y profundas y algún que otro cortado. Sitios perfectos donde
encontrar algún que otro buen pez que nos alegre el día.
Empezamos como siempre, muy animados por la
buena pinta del lugar elegido para pasar la tarde. Pero poco a poco el desaliento
se apodera de nosotros. Tras dos horas de lanzar y recoger como posesos y poner
y quitar todo tipo de señuelos, sólo obtenemos dos picadas y la captura de un diminuto
ejemplar de lucio (Ese resultado para cuatro pescadores es una miseria y nada
aceptable comparado con las capturas hechas, en el mismo pantano, otros años).
Debatimos la posibilidad de rendirnos y
regresar a casa como los días anteriores, con las manos en los bolsillos y con
las ilusiones tiradas por tierra, pero todavía nos queda un poquito de fe y
seguimos adelante lanzando y recogiendo.
Pasa otra hora y media fatídica, en la que no
sólo no pescamos nada, sino que, debido a la ortografía del terreno subacuático,
perdemos unos cuantos señuelos. Esto nos termina de matar. Finalmente parece
que el pantano ha podido con nosotros. Habrá que retirarse y pensar otra nueva
estrategia para el día venidero.
Ultimo lance. Uno más entre el millón de
lances que se habrán hecho durante estos días. Limpias la muestra de algas (en
este caso un pikie de color natural, que el año pasado dio unos resultados
excelentes), inclinas la caña hacia atrás y con un golpe de brazo y muñeca,
zarandeas la barra elástica que propulsa la muestra sujeta al hilo. Un buen
lance. 35-40 metros. Al golpear en el agua hace un pequeño ruido que ni
aprecias, debido al cansancio acumulado de estos días y a la inapetencia de
todo, que ya tienes, después de los malos resultados. Dejas abierto el carrete,
que poco a poco sigue sacando hilo, hasta que la muestra toca fondo. Con
paciencia cierras el carrete y das dos golpecitos a la caña, con la puntera de ésta elevada, para hacer que, al final de la línea, el vinilo que hay se mueva
y retuerza, siendo apetecible para cualquier pez. Seguidamente, agachas la caña
mientras recoges sedal y repites la operación. Dos golpecitos, agachas la caña
lentamente mientras recoges; dos golpecitos, agachas la caña lentamente
mientras recoges; dos golpecitos….
En una de estas, sientes un pequeño parón en
la línea, que inmediatamente vuelve a su estado normal. No le das mucha
importancia. Será otra de esas algas que nos llevan acompañando toda la jornada
o alguna roca que se ha interpuesto en la carrera del señuelo. Sigues con tu
rutina. Dos golpecitos, agachas la caña lentamente mientras recoges, dos
golpecitos y notas un fuerte tirón que hace que se doble bruscamente la
puntera. Enderezas la caña, dando un golpe firme y seco, no muy fuerte, pero lo
suficiente para que es pescado se clave al anzuelo.
Empieza la batalla. El pez, viéndose sujeto a
algo y molesto por el anzuelo que hay aferrado a su boca emprende una veloz
carrera en dirección a zonas más profundas, haciendo cantar el freno del
carrete y sacudiendo la caña que se mueve como un débil junco zarandeado por el
viento. Esto es lo que esperaba todos estos días, un gran pez. Empieza el juego
del tira y afloja. Recogiendo hilo con mucha dificultad, consigues acercarlo
unos metros, él, al verse cerca de la orilla, tira como un poseso, sacando otra
vez el poco hilo que con tanto esfuerzo conseguiste recoger y así repetidas
veces. Este baile dura unos 15 minutos, hasta que al final, nuestro gran y
querido amigo se cansa, decide rendirse y darnos la victoria. Poco a poco se
acerca fatigado a la orilla, viene ladeado y con media cabeza fuera, hasta tocar
tierra, donde podemos cogerlo y desanzuelarlo.
Bonito ejemplar, el más grande capturado en
todos los años que hemos venido. Reportaje fotográfico y vuelta al agua. Se le
lava y zarandea para oxigenarlo, hasta que el animal recupera un
poco las fuerzas y se marcha lenta y fatigosamente hacia las profundidades del
pantano. Creo que por hoy, te has merecido un buen descaso, compañero.
Todos regresamos a casa, con mucho cansancio a
las espaldas, pero con la satisfacción de poder decir, que antes de volver,”
hicimos un último lance”.
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